"Me considero el mayor cacique de la provincia de Zamora", dijo el presidente de la Diputación al finalizar el último pleno antes de las vacaciones universales de agosto. Unos meses antes, el presidente del PP había dicho que la Ley de Amnistía era fruto "del mayor caciquismo en España desde Franco".
Creo que ambos tienen el mismo concepto del caciquismo en la actualidad, y que podemos compartir. Se están refiriendo a un trato desigual: en el reparto de subvenciones entre los ayuntamientos, en el caso del Sr. Faúndez; y entre personas condenadas por actividades políticas entre Cataluña y el resto de España, en el caso del Sr. Feijó.
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Y aquí se acaban las coincidencias en la concepción del caciquismo político.
En el trato desigual a los ayuntamientos de la provincia zamorana, si el presidente de la diputación se definió orgullosamente como el mayor cacique lo hizo porque consideraba que escuchaba y resolvía los problemas que le planteaban los alcaldes que iban a visitarle: "Había una vez un cacique bueno, que al pueblo trataba como a los corderos".
Después de que la Ley de Amnistía se aprobara en el parlamento y se esté recurriendo en los tribunales, la preocupación del Partido Popular y su presidente parece estar en la desigualdad del concierto económico para Cataluña, que no tardará en considerar una cacicada del gobierno de España o incluso un golpe de estado, si no lo ha hecho ya: "Y estaba también el cacique Sánchez, que por poner a Illa entrega la llave".
El trato desigual entre pueblos de Zamora y entre comunidades de España sube la temperatura política y el acaloramiento social. Y nos roban los primeros días del mes de agosto vacacional tras habernos robado el mes de abril vital, como denunció Joaquín Sabina ése que canta.
Cuando se conformó el Estado autonómico actual –después de la larga cacicada franquista y allá por el mes de abril de la primavera democrática española– se empezó tratando de manera desigual a las llamadas comunidades históricas a las que se transferían más competencias y más rápidamente que a las demás. Eso causó un revuelo similar al de ahora con el concierto económico a Cataluña. Todo el mundo quería competencias como las de las comunidades históricas, en una demanda que se conoció como el "café para todos". Aunque al final para algunas fueran "dos tazas" y para otras medio descafeinado.
Entre las comunidades de "dos tazas de café", algunas tuvieron un azucarillo añadido basado en los fueros concedidos por los reyes de España en siglos pasados. Es el caso del País Vasco y Navarra, que en el Estado autonómico tienen un concierto económico por el cual recaudan los impuestos de su territorio, y hacen cuentas después con el Estado. Que es lo que se pretende ahora hacer en Cataluña: igualar con vascos y navarros, y mantener desigualdad con los demás.
Nada que no pueda resolverse de nuevo con el "café para todos", pero no en la recaudación de impuestos en los territorios, sino en el reparto entre sus habitantes o "café solidario", que es lo que importa.
Porque si hay territorios que recaudan más dinero que el que reciben del Estado es porque son zonas industrializadas y sedes de servicios y empresas, que no tienen otras zonas. Pero lo importante es garantizar la igualdad en el trato a los habitantes de todas las comunidades.
Volviendo a Zamora se entiende muy bien. En Zamora hay pocas industrias y la población está envejecida y cobra pensión, aunque sea de las más bajas de España. También hay instalaciones de energía que ocupan el suelo y se lleva a las comunidades ricas, pero las empresas que la producen tienen su sede fuera de la provincia, donde pagan los impuestos. Como esas instalaciones generan pocos puestos de trabajo, si nos dan la llave de la recaudación de impuestos en la comunidad, no nos llega para pagar las pensiones y demás servicios a los que tenemos derecho. Y tendríamos que poner la mano para decir que es triste de pedir pero más triste es de robar a Madrid, Baleares y Cataluña, que son las que más aportan (sin tener en cuenta a las forales de País Vasco y Navarra que no se sabe porque tienen concierto propio).
Pero además, toda Zamora está pidiendo una fiscalidad diferenciada para las empresas que se instalen en la provincia para paliar el problema de la despoblación, que no deja de ser también financiación singular y desigual como la de Cataluña, pero justa.
Lo que no es justo es que en la Diputación provincial se trate de diferente manera a los pueblos que reciben con el "café para todos" de los planes para obras una media de 32.388 euros -repartiendo 8 millones entre 247 ayuntamientos de manera objetiva-, pero después hay 66 pueblos que reciben "dos tazas", más del doble o 35.700 euros de media, por el sistema de ir a llamar a la puerta del orgullosamente autodefinido como mayor cacique de la provincia. Que incluso podrá actuar como un cacique bueno reconociendo las necesidades de todos los pueblos, si actúan como mansos corderos.
Pero no todos quieren actuar como corderos, sino como pueblos con dignidad e igualdad de derechos que no tienen nada que agradecer a un sistema caciquil, sino a un sistema democrático. Y justo: "De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según su necesidad" (Karl Marx).
Porque en Zamora, en España y en el mundo, lo importante no es cómo se recauda sino cómo se reparte: pan y trabajo para todos y todas. Y café solidario, cuántas más tazas mejor.
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